martes, 3 de diciembre de 2013

GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA (108-1814)





GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA (108-1814)

TOMA DE SORIA POR EL GENERAL D. JOSÉ JOAQUÍN DURAN

 Epoca de la heroica guerra sostenida contra la agresión francesa de 1808, en la que Soria se distinguió por su decisión y su civismo.
Apenas prendida la sagrada llama de la independencia Española, nuestra ciudad creo una de las Juntas que mas trabajaron por la libertad del país.
De todos los ángulos de la provincia se vieron correr jóvenes a ratificar con su sangre el juramento de perecer antes de sucumbir, de tal manera, que en muy pocos días pudo la Junta de Soria completar el regimiento de milicias, y crear con 800 plazas el batallón de voluntarios Numantinos, que armado y completamente equipado se presentó al Capitán general D. Gregorio de la Cuesta.
Notorios fueron los importantes servicios que esta tropa agregada al a de Campomayor, y bajo las ordenes de Menacho, hizo principalmente al frente de Logroño y en la retirada de Sigüenza (…).
El torbellino con que en Noviembre de 1808 quiso sofocar a nuestra patria el gran ejército que traía Napoleon a su frente privo a Soria de la comunicación con el Gobierno Supremo, mas no fue bastante para sofocar el entusiasmo de sus habitantes.
Veían ocupadas sus capitales Soria y Logroño, de numerosas y permanentes guarniciones, y se veían circunvaladas desde Tudela, Burgos, Aranda, Sigüenza, Molina, Daroca, Calatayud, Borja y Tarazona que los rodeaban y tenían como en un estrecho sitio; pero en su centro hallaron medios de hacer una guerra la mas funesta la mas funesta para el enemigo, haciéndole intransitables los caminos, porque en todos hallaban segura muerte, tanto que le fue preciso enviar y conducir  sus correspondencias con crecidas escoltas; guerra sorda que les quito muchos centenares de hombres y que puso a los gobernadores de las plazas en la necesidad de ignorar los movimientos de sus ejércitos.
Si la sorpresa que lograron en Villaseca a cinco leguas de Soria, quitando la vida al canónigo de su colegial D. Ángel Andino, al tiempo que congregaba la juventud a sus expensas para hacer la guerra al opresor, la celebraron como un triunfo, la provincia hayo en la sangre de este mártir de la patria un fecundo riego con el que vivificar otras muchas plantas que por la parte de Castilla y Aragón brotaban todos los días. Los generales Villacampa y D. Juan Martin el Empecinado vieron aumentar sus nacientes partidas con jóvenes Sorianos, lo mismo que con el cura Merino que llevaba 200 caballos del país.
La Junta superior de la provincia reunida en Villel, después que en Marzo de 1810 se formó el consejo de regencia, organizo nuevamente el batallón de Numantinos escuadrón de dragones de Soria con los que contuvo más de una vez al soberbio Baste, gobernador de la plaza de Soria. La acción desgraciada de Yanguas en que el general de división barón Roget logro vencerlos, fue el mayor contra tiempo que tuvo la provincia.
Retirada a Deza la Junta de Soria con los vencidos, consiguió entonces del gobierno el nombramiento de comandante general  que había solicitado para el brigadier D. José Joaquín Duran, el cual organizo la división soriana, aumentándola con un batallón de voluntarios que su prestigio logro formar.
Los franceses invasores de la ciudad habían planteado en ella su gobierno.
Duran estableció a su vez en Berlanga, logro con sus escasas fuerzas imponer al nuevo gobernador Duvernet en términos, a pesar de hallarse al frente de 1600 hombres de la guardia imperial, no se atrevió nunca a atacarlo solo.
Después de infinitos encuentros con las divisiones francesas, en las que quedaba vencido unas veces y vencedor las más, el infatigable general de la división soriana intento el asalto a la capital.
Luego que el general se vio en Trebago con la división reunida, y que ambas armas juntaba cerca de tres mil plazas útiles, avanzo al s inmediaciones de Soria.  Puso su cuartel general en Narros, quedándose con el batallón de numantinos y compañías de artillería, coloco el de voluntarios de Soria en Castilfrio y el de Rioja y caballería en Almajano, La gran guardia de caballería y un destacamento de infantería ocupaban a Garray, y las avanzadas por la noche se extendían asta cerca de Santa Bárbara, ermita que esta a medio tiro de Soria. Hizo varios movimientos con la división, pasando por la inmediaciones de aquella capital, con dirección al pueblo de Villaciervos, y en uno de ellos logro que la caballería de la guarnición hiciese una salida, y trabase una pequeña escaramuza con la nuestra, que costo a los enemigos seis muertos, algunos heridos y tres prisioneros, y a nosotros que fuese herido un oficial ayudante de caballería y tres soldados. Volvía a su cuartel general por caminos ocultos y de este modo alucinaba a aquellos enemigos, que nunca podían fijarse en los planes que tenía el general español.  Les corto toda comunicación, e impidió que por pretexto alguno entrara nadie en la plaza. Hizo a copio de un buen número de escalas fuertes de la altura de la muralla; junto muchos picos, mando hacer unas garitas, osean galápagos, pudiesen moverse con ruedas interiores a beneficio de palancas, y mederos, y tablones tan gruesos que resistirán las balas de fusil, con el objeto de acercarlos a la muralla, y trabajasen veinte o treinta hombres cubiertos en abrir brecha: inquietaba al guarnición con continuos ataques falsos las más noches, y de este modo la cansaba, la tenía en una constante incertidumbre, e ignorante del punto o puntos que premeditaba para el asalto:

Texto entresacado de la obra del capellán, que fue uno de sus cuerpos, D. Lino Matías Picado. De ella entresacamos los siguiente y curiosos pormenores acerca de la toma de Soria por el general  Duran, suceso que fue el de más bulto en esta porfiada campaña.
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Luego que el general se encontró en Trebago con la división reunida y ambas armas juntaba cerca de tres mil plazas útiles, avanzo a las inmediaciones de Soria. Puso su cuartel general en narros quedándose con el batallón de numantinos y compañías de artillería, coloco el de voluntarios de Soria en Castilfrio, y el de Rioja y caballería en Almajano. La gran guardia de caballería ocupaban a Garray, y las avanzadas por la noche se extendían hasta cerca de Santa Bárbara, ermita que esta a medio tiro de Soria. Hizo varios movimientos con la división, pasando por las inmediaciones de aquella capital, con dirección al pueblo de Villaciervos, y en uno de ellos logro que la caballería de la guarnición hiciese una salida, y trabase una pequeña escaramuza con la nuestra,  costo a los enemigos seis muertos, algunos heridos y tres prisioneros, y a nosotros que fuese herido un oficial ayudante de caballería y tres soldados. Volvía a su cuartel general por caminos ocultos y de este modo alucinaba a aquellos enemigos, que nunca podían fijarse en los planes que tenia el general español. Les cortó toda comunicación, e impidió que por pretexto alguno entrase nadie en la plaza. Hizo u crecido acopio de escalas fuertes de la altura de la muralla; junto muchos picos; mando hacer unas garitas, osean galápagos que pudieran moverse con ruedas interiores a beneficio de palancas, de maderos, y tablones tan gruesos que resistiesen la balas de fusil, con el objeto de acercarlos a la muralla y que trabajasen veinte o treinta hombres cubiertos en abrir brecha: inquietaba a la guarnición con continuos ataques falsos las mas noches, y de este modo la cansaba, la tenia en una continua incertidumbre,  e ignorante del punto o puntos que promediaba para el asalto: mas tan acertadas y militares disposiciones estuvieron en la mayor contingencia, porque el 12 de marzo se recibió la noticia de que cuatro columnas enemigas en combinación se iban aproximando por la parte de Logroño y del Burgo de Osma, en disposición de que al as primeras la daban ya en Torrecilla y las segundas en Calatañazor. En tanto apuro, el general bastante enfermo, un tiempo cruel y la tropa mal alimentada y casi denuda, mando la retirada a Almazán para la mañana del 13. Con mucha inquietud de su espíritu paso Duran aquella noche: veía que si entonces perdía la ocasión de asaltar a Soria, con mayor dificultad o acaso imposible, le seria poder hacerlo después que entrasen tropas de refresco: palpaba la miseria en que estaba todo el país; imposibilitado de socorrer ni con un cuarterón de ración a sus soldados; preveía que estos en su misma tierra, y a vista de tanta necesidad, no seria posible contenerlos en sus banderas, y estaba en lo cierto de que en la plaza había cuantiosos almacenes de galleta, trigo, cebada, alubias y otros efectos. Eran muchas las veces que al pasar por las inmediaciones de Soria había dicho a sus soldados: Hijos: allí hemos de saciar nuestra hambre y remediar nuestras necesidades: mucho archiva en aquella bastida el enemigo; pero todo será para vosotros y vuestros padres. Todo este cumulo de reflexiones le decidieron a dar contra orden y salir a batir las columnas que venían por el Burgo de Osma: así lo ejecuto pasando al frente de Soria y colocándose en Villaciervos; mas aquellas que luego supieron este movimiento retrocedieron, bien fuese porque les impuso un movimiento que no esperaban de nuestra s tropas, o porque llegase a su noticia que las columnas de Logroño habían también retrocedido, asombrados de la mucha fuerza que decían tenia Duran, y hacían subir a seis mil hombres. Este general volvió a ocupar los puntos anteriores, y dispuso el asalto para la madrugada del 18, sin que le arredrase el mal estado de su salud.
Para que se pueda graduar el mérito de una acción tan grande y meritoria como fue asaltar por escala la plaza de Soria, es preciso que nuestros lectores tengan presente que su situación geográfica la hace dominar una porción considerable de terreno, que era un punto de apoyo para enemigos en sus expediciones y retiradas: un almacén o depósito de granos que aseguraba la subsistencia de sus tropas en Burgos, Aranda, Tudela, Tarazona y otras partes: que era una plaza fortificada con un muro contiguo de diez y ocho pies de altura y seis de espesos: unos cubos salientes que formaban verdaderos baluartes, y varias almenas en sus cortinas; un arrabal no menos fortificado, que hacia la acción duplicada; pues era preciso que fuesen dos los asaltos, y que logrado uno se duplicasen los esfuerzos para el otro: un castillo, cuya situación local lo hacía inexpugnable sin artillería: que de esta arma solo tenía Duran dos violentos de batallón o de a cuatro; y que los enemigos mismos que burlaron el ataque que se intentó con duplicada fuerza en el mes de eneros, la habían fortificado más y más, y la miraban y llamaban un segundo Figueras por su importancia en todos los sentidos.
La exacción de continuas y enormes contribuciones; los saqueos en su defecto; los atropellamientos e insultos con que habían sido afligidos, y podían serlo en adelante (si la división se veía precisada de obrar en otros puntos), los infelices habitantes de la provincia y la escasez de medios para la subsistencia de la tropa, hacían preciso un esfuerzo extraordinario. Preciso era un arrojo temerario; pero el general español había calculado muy militar y políticamente: el éxito lo confirmo como veremos.
Da las ordenes; reúne todas las tropas acantonadas en las márgenes del Duero en el pueblo de Garray, y emprende la marcha por el orden que había detallado, empezando las columnas que debían asaltar, llevando la vanguardia el batallón de Rioja y una compañía del ligero de Soria, todo al mando de Tabuenca, que debía asaltar por la casa del marqués de Vadillo: seguianle otro trozo del batallón de numantinos al mando del capitán don Gregorio de Vera, que debía hacer la entrada entre la Concepción y San Benito, y la tercera que debía entrar por las casas de la Tejera, iba al mando del teniente coronel comandante de la compañía de zapadores D. Domingo Murcia.
La noche tempestusisima de viento y nieve, caminando sobre un piso de media vara de esta, helado, y la necesidad de hacerlo por una senda tortuosa, a fin de huir de la carretera y ocultar la marcha a los enemigos, hacían ya casi impracticable el empeño; pero fue superior el esfuerzo a todas las dificultades. Las escalas se conducían en hombros de los mismos asaltantes; pero las garitas o galápagos fue necesario dejarlos en le camino, porque el tiempo apuraba, porque por la senda no cabían, y porque el camino real ofrecía la dificultad de ser descubiertos, y el general para el primer asalto llevaba la confianza de la sorpresa. Seguía este con la división, aunque enfermo, y coloco su cuartel general en la ermita de Santa Bárbara, a medio tiro de fusil de la plaza: y el segundo en el pueblo llamado las Casas.
Llego el teniente coronel D. Juan Antonio Tabuenca al sitio que se le había señalado, y llegaron las otras dos columnas a los suyos respectivos, y todos aplicaron las escalas no contestando al quien vive de los centinelas enemigos, y despreciando su fuego. Tabuenca, que fue el primero que asalto la muralla del arrabal, se posesiono a la fuerza de la casa o palacio del marqués de Vadillo; había entrado con solo sesenta hombres, y tenía enfrente un reducto o fortín del enemigo custodiado por este; mas conociendo que si no entraba todo su batallón no tendría favorables consecuencias su arrojo, mando al capitán Sologaistoa que volviese a salir y animase a aquella tropa. El se sostuvo en la casa, y Sologaitoa al ver que los enemigos habían cargado sobre el punto donde estaba la escala,, que le habían muerto tres hombres, que habían puesto le pie sobre la amuralla, y que cuantos lo hiciesen tendrían igual suerte, dio un medio circulo sobre su izquierda y mando abrir brecha con los picos por el hospicio, pudo entrar toda su gente sin mas perdida. Era ya de día y Tabuenca que vio su batallón dentro del arrabal, se posesiono de los portales llamados de herradores, después de haber  encerrar a más de doscientos hombres que había en el convento de San Francisco, y los que habían ocupado la casa de Vadillo.
La columna que entro por las casas de la Tejera al mando de Murcia, logro también encerrar en la ciudad las fuerzas enemigas que se le opusieron: todos había logrado hasta entonces como podía apetecerse; pues aun la columna que escalo por la Concepción se hallaba mucha parte dentro del arrabal: más una salida que desde la ciudad hizo el enemigo con su caballería y bastante infantería por la parte que ocupaba esta tropa, la sorprendió algún rato, y nos mató algunos soldados, y los arrollo en disposición que la victoria que se creía ya conseguida se hizo problemática. Los ayudantes del general que corrían con peligro todos los puntos, le dieron luego la noticia de la salida que habían hecho los enemigos, y la tenaz resistencia que oponían; y este señor olvidándose de sí mismo monto al momento a caballo, y atravesando por un diluvio de balas, se puso al frente de la tropa que ocupaba San Benito, y era la que había entrado por la Concepción:  allí, animándolos con la voz, con el ejemplo, con la esperanza del premio, temor del castigo y diciéndoles: Soria ha de ser nuestra a toda costa, lleno de tanto entusiasmo a jefes, oficiales y soldados, que todos trepaban animosos y llenos de ardor, sin acordarse más que de vencer. Ya Tabuenca se había acercado al punto disputable, y su bien dirigido fuego puso al enemigo en disposición que la victoria volvió a inclinarse a nuestra parte; pero la decidió una brecha que hizo hacer el general, donde coloco los dos violentos, y el estrago que les causaba la artillería les obligo a volverse a encerrar en la plaza.
No debe omitirse que el comandante de la caballería, D. Bartolomé Amor, se ofreció con parte de sus dragones a obrar pie a tierra, y ser de los asaltantes, como que este jefe corría el cerco, animando todos los puntos de ataque de orden del general.
A las siete de mañana ya éramos dueños del arrabal; pero nada se había ganado si no se entraba en la ciudad, que ofreciendo siempre grandes inconvenientes, necesitaba nuevo empeño y no menos ardor: reunese uno y otro, y la resolución de Tabuenca, auxiliado de las llamadas que por los otros puntos hacían los otros cuerpos, lo facilito todo. Este jefe noticioso de que en la misma muralla había una puerta tapiada que tenía comunicación con las casas, elige treinta hombres que pone al mando del capitán Sologaistoa; y él el primero atravesó por delante del reducto que tenían en la puerta del Postigo: quince o veinte fusiles que hicieron una descarga casi a boca de cañón, no le mataron más que un sargento y un soldado: llega a la puerta tapiada, y a beneficio de los picos abre brecha: entra por ella con Sologaitoa y veintiocho hombres, habiendo dejado orden de que le siguiesen otros; y derribando algunos tabiques de casas logro colocarse en la última, que estaba sobre el cubo de la derecha de la puerta del postigo, y abriendo un grande agujero, hizo una descarga a los enemigos que estaban en aquel reducto, que les mato tres hombres, les obligo a abandonarlo, cerrar las puertas y refugiarse al castillo.  Ya por la izquierda habían subido también a la muralla algunos soldados de los otros cuerpos, y todo contribuyó a que el enemigo se intimidase en tal disposición, que ni atento, ni hizo resistencia alguna en las calles. Fue mucha lástima que Tabuenca, que era el que mas fuerza tenia dentro, lo ignorase, y se viese en la presión de seguirlos en el alcance; pues si hubiese tenido conocimiento de ellas, podría haberles cortado mucha de su fuerza; no obstante les hizo quince prisioneros, y ocasiono bastante perdida de muertos y herido.
Se abrieron luego las puertas y entro la división con su general al frente. ¡ Que gozo el de aquel pueblo ¡ ¡ Como demostró su grande patriotismo ¡ Todos hombres y mujeres, ancianos y jóvenes se mezclaban entre las filas, y con pan, botellas de vinos generosos, y todo género de comestibles, hacían un alarde de su amor a aquella tropa, que miraban como el origen de su libertad. No era posible que la formación guardase el riguroso orden militar, y se hacía preciso que los jefes y oficiales lo disimulasen por complacer a unos ciudadanos tan dignos.
Fue el prime cuidado del general en cubrir todas del castillo a la ciudad abriendo zanjas y fortificando las casas inmediatas a él por la parte de su frente. Mando enseguida que se empezaran las obras de aproximación para minarle y atacarle; pero su enfermedad, los pocos conocimientos geométricos de los que llevaban la voz de ingenieros, el amor propio de estos y el que estando Duran en cama, las ordenes no tenían aquel nervio necesario en ocasión tan oportuna, hizo que la mina se emprendiese por donde no era posible, y se perdiesen siete días si avanzarla veinte varas: ¡ dolor grande al a verdad ¡ pues aunque la fortaleza ofrecía dificultades, y los refuerzos que luego vinieron para auxiliar aquella encerrada guarnición no hubieran permitidito completar la operación, si se hubiese conseguido bolar alguna cortina, aquella bastida hubiese dejado de serla en lo sucesivo, y el honor de las tropas españolas  habría llegado a lo sumo.

Cronica de la provincia de Soriapor Don Antonio Perez Rioja. Cronica general de España. Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias. MADRID. 1887.


Armas que  intervinieron:
·         BATALLON DE VOLUNTARIOS NUMANTINOS
      COMPAÑIAS DE ARTILLERIA (DOS VIOLENTOS)
·     VOLUNTARIOS DE SORIA
·         BATALLON DE RIOJA
·         COMPAÑÍA DE ZAPADORES
·         GRAN GUARDIA DE CABALLERIA



Se conservan dos dibujos del castillo de
Soria en el Archivo de la Real Academia
de Bellas Artes, Madrid.




Los dibujos (realizados por Luis Sorando) muestran sus banderas, la Coronela y la de Batallón, las cuales se conservan en el Museo de la Guerra de París (Nº Catalogo 2782).





Coronel D. Juan Palarea, con uniforme del
Regimiento de Húsares de Numancia.
Museo Romántico, de Madrid.



Regimiento de Barbastro.
(ex Regimiento de Voluntarios Numantinos)




Numantinos y Leoneses atacan a los franceses en El Cortijo de Logroño
intentando frenar la contraofensiva napoleónica (octubre de 1808).




 

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